Al caminar por el sendero de la meditación Vipassana, llegamos a experiencias que fortalecen y maduran nuestra personalidad. La transformación personal experimentada por cada uno de nosotros resulta ser el catalizador para el cambio social, en la medida en que influimos todo a nuestro alrededor.
El gran maestro de la Vipassana, Sayagyi U Ba Khin, escribió: “La impermanencia (anicca) es, por supuesto, la realidad esencial que debe ser experimentada y comprendida inicialmente mediante la práctica.” Anicca es un portón, una apertura.
La complejidad y multiplicidad de fenómenos en el mundo podría parecer un matorral, pero en cuanto una persona camina el sendero de la meditación Vipassana, se abre un claro. U Ba Khin escribió: “Anicca es el factor esencial inicial ... para progresar en la meditación Vipassana, un estudiante debe seguir conociendo anicca en la forma más continua posible.”
La palabra Pali anicca se traduce al español como impermanencia, o cambio. Pero anicca no es solamente un concepto; es una señal, una marca, como los montones de piedras encontradas por el peregrino en uno de los senderos nublados de los Himalayas, un poste que indica la trocha abierta por otros verdaderos peregrinos. Anicca es una palabra indicadora que apunta hacia un hecho de la realidad: la transformación incesante de toda materia del universo. Nada es sólido, permanente, inmutable. Cada “cosa” es en realidad un “evento”. Inclusive, hasta una piedra es una forma fluvial, y una montaña es nada más que una onda lenta. El Buddha dijo, “sabbe sankhara anicca” – “el universo entero es fluido”. Para el practicante de la Vipassana, anicca es una experiencia directa de la naturaleza de nuestra mente y nuestro cuerpo, una zambullida en la realidad universal que se encuentra dentro de uno mismo. “Solo mirar dentro de uno mismo”, escribió U Ba Khin, “y allí estará – anicca.”
Para un científico del siglo veinte, anicca es una inmersión en la verdadera realidad de la biología, la física, la química – el universo atómico y molecular – como si, después de años de leer libros de cocina, uno por fin se diera cuenta de que uno mismo es la galleta.
La experiencia de anicca permite que el estudiante de ciencia sienta en forma subjetiva lo que anteriormente fue analizado externa y objetivamente. Premoniciones subjetivas del tiempo y del cambio son comunes a toda la experiencia humana. Sentimos anicca mientras envejecemos, y observamos sus operaciones en toda la naturaleza.
El poeta polaco que ahora vive en California, Czeslaw Milosz, ganador del Premio Nobel de Literatura en el año 1980, regresó a la Lituania rural después de una ausencia de cincuenta y dos años, y escribió:
“Este lugar y yo, auque lejos uno del otro, simultáneamente, año tras año, íbamos perdiendo hojas.” En el año 1914, poco después de recibir el Premio Nobel de Literatura, Rabindranath Tagore de la India comparó el universo con “balaka”, gansos en su inquieta migración sin descanso desde Siberia hacia el sur de la India. “... Por debajo del velo de la tierra, del cielo, del agua, escucho el redoble inquieto de las alas.” Cuatro años después de la escritura del poema de Tagore, el poeta Anglo-Irlandés William Butler Yeats, quien posteriormente recibió el Premio Nobel de Literatura y quien leyó, admiró y ayudó a traducir la poesía de Tagore, vio el tiempo y el incesante cambio reflejado en los cisnes salvajes de Coole: “Pero ahora flotan sin rumbo sobre el agua acerada, misteriosos, hermosos; ¿Entre cuáles juncos construirán, por cuál orilla de lago o pozo encantan los ojos del hombre cuando un día me despierte a descubrir que han volado ya?" ¿Si anicca es tan persuasivamente intuido y científicamente factual, por qué tenemos que trabajar tan duro para conocerlo? ¿No es obvio, omnipresente, para todo el mundo, todo el día? Nuestra resistencia a la experiencia de anicca es la gran pena: sabbe sankhara dukkha – todo está lleno de sufrimiento. Guardamos distancia de la experiencia directa de anicca, viéndolo como un concepto científico o un sentimiento poético, porque su dinamismo derrite nuestro sentido de seguridad y de orden y nos llena con un sentido de pérdida y tristeza. A todo el mundo le gusta la idea de ser purificado por un baño en el río Ganges, pero alguien parado en sus riberas allí donde sale de las montañas en Rishikesh o Hardwar, helado y con una corriente peligrosa, debe tomar un momento de vacilación, incluso hasta de retirada, antes de la inmersión. Y más aún con un río que no te purifica a menos que te arrastre por completo. Una inmersión en anicca no solo aclara la realidad, sino que a la vez nos lleva lejos de la ribera confortable, conocida; y el arranque es inicialmente espantoso y doloroso. La gran pena, dukkha, nos lleva a la pérdida del mito consolador, de la alianza familiar, y de la identidad segura – todos los ganchos por los cuales nos aferramos a la idea de que tenemos una identidad eterna, inmutable, personal, que nunca será arrancada por el río de la vida. Y así nos damos cuenta de que, sabbe dhamma anatta – todos los fenómenos son insustanciales. La fantasía de nuestra propia grandeza, el amor que tenemos por nosotros mismos y todo lo nuestro, es la piedra sobre la cual hemos construido nuestras vidas. Pero cada piedra fluye al igual que un río. Inclusive, o particularmente, la piedra del “Yo” está revelada a ser líquida, sin esencia, anatta. Qué terriblemente, terriblemente triste es sentir nuestras vidas escabullirse por la corriente implacable y fría del tiempo. Ninguna escritura sagrada en el mundo es libre de este llanto de tristeza e incredulidad de que las mentes, los corazones, los hogares, las familias que tanto queremos sean despojados de nosotros durante nuestro paso por la tierra. El salmista escribió: “Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, Y dices: Convertíos, hijos de los hombres. Porque mil años delante de tus ojos, son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche. Hacedlos pasar como avenida de aguas...” (Salmo 90, La Santa Biblia, versión Reina Valera, 1909) En la gran epifanía del Bhagavad Gita, Capítulo XI, leemos sobre “el Tiempo todo-poderoso que destruye todo”, el cual es presentado como una conflagración que consume al mundo entero, un fin en llamas a todas nuestras esperanzas y sueños. El Corán, sura LVI, nos recuerda un tiempo “Cuando el Terror desciende... cuando la tierra sea sacudida y las montañas derribadas al polvo disperso... ”. Queda en nosotros entender que eso es la realidad de cada día
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